LO
MÁS IMPORTANTE
Por: Jeanne de
salzmann
Todo
lo que hemos aprendido (las palabras y la memoria) crean una impresión de
continuidad que es una ilusión de mi yo ordinario.
Pero
en la escala de las energías dentro de nosotros mismos, ese material no se sitúa en un
nivel muy elevado.
Es
la atención la que da la posibilidad de ver.
En
cada escalón, son la intensidad y la calidad de mi atención las que permiten pasar a un nivel mejor.
La
atención es la
fuerza consciente, la fuerza de la conciencia.
Es
una fuerza divina.
La
visión, la visión interior, es la liberación de una cierta energía que está más allá del
pensamiento.
Es
una conciencia total de la vida, porque ver significa abarcar una totalidad en el instante
mismo.
Uno
no
puede ver por partes, poco a poco, en el tiempo.
Uno
ve el todo.
Es
un acto de percepción de lo que es verdadero sin que yo interprete lo que es visto.
Si
estoy retenido por lo que sea, estoy tan condicionado que no puedo ver
libremente.
Mis
pensamientos son mecánicos, son una respuesta mecánica a una pregunta o a una impresión.
La
respuesta puede tomar tiempo, y venir después de un intervalo más o
menos
largo, pero será mecánica.
Mientras
que la visión es una observación, no compara, no busca la seguridad de la palabra o del nombre.
Ya
no hay contradicción.
En
el estado de percepción pura ya no hay afán de logro, ningún intento por responder a la
pregunta.
Simplemente vivo el hecho.
El
acto de ver es un acto de liberación.
Cuando
veo lo que es real, el hecho real, la percepción misma del hecho me libera.
Necesito
desprenderme
del valor todopoderoso que doy al saber, a mis opiniones y teorías.
El
acto de ver algo como un hecho, sin la intervención del pensamiento, tiene un
efecto extraordinario.
Si
puedo mantenerme ante la percepción de la realidad sin reaccionar, se revela una fuente de energía que no es el
pensamiento solo.
La
atención se carga con esa energía muy especial que se libera en el acto de la percepción.
Pero
ese estado de observación no puede llegar sino cuando existe la urgencia de comprender,
de ver, y mi mente se despoja de todo para observar.
Entonces
hay una nueva clase de observación que no conocemos: sin saber, sin creencia ni miedo, con una atención
que se mantiene firme y que hace frente para conocer.
Una
atención que no niega el hecho ni lo acepta, sino que simplemente lo ve.
Esa
atención va de hecho en hecho, con la misma energía pura.
Ese
acto de visión pura es un acto de transformación.
Necesitamos
comprender el papel de la atención consciente.
En
el
juego de fuerzas, las energías son tomadas o sirven para crear una relación que produce una
visión superior, una energía más libre.
Una
atención consciente exige una relación entre los centros.
La
dificultad es
vincular los centros que no están en el mismo nivel de vibraciones.
¿Qué
sería una fuerza conciliadora?
Sería
una energía que contuviera el todo, que tuviera conciencia y que no pudiera hacer otra cosa más que
contener.
Apenas
tomara partido, dejaría de contener y sería degradada.
Escucho,
interrogo, percibo las vibraciones de otra intensidad con las cuales quiero estar
en sintonía para conocerlas.
Estar
en sintonía requiere
la aparición de una atención como tercera fuerza.
Es
una vigilancia, una mirada, sin esperar nada.
Veo
que para que se produzca un movimiento consciente, mi atención debe tener esa
visión muy intensa.
Esa
intensidad no puede aparecer si el pensamiento y el cuerpo no tienen la misma
calidad.
Entonces,
una fuerza nueva se revela, una fuerza que tiene una capacidad de visión mucho más intensa que antes.
Esa
visión es lo más importante.
Ella
mantiene la relación entre los dos centros y permite que se forme esa energía
nueva.
jeanne
de salzmann